jueves, 20 de septiembre de 2012

España, un país históricamente fiestero

Si pidiésemos a los europeos que describiesen a los españoles con una palabra probablemente la mayoría de ellos utilizaría "fiesteros". Este es uno de los tópicos más extendidos que existen sobre los que habitamos este país, tópico que nos hemos ganado a pulso. Y no es para menos. España, como bien es sabido, tiene una colección de fiestas y tradiciones que haría palidecer de envidia a cualquier país del mundo. Las fiestas españolas atraen cada año a millones de extranjeros provenientes de cualquier parte del mundo.
A todos nos gusta disfrutar de las múltiples fiestas que nos acompañan anualmente, pero ¿cuántos conocemos realmente sus historias? Aquí se presentan los orígenes de algunas de las más significativas:
Esta festividad ha sido declarada como fiesta de Interés Turístico Internacional. El despliegue de medios en la ciudad durante el tiempo que dura la fiesta es impresionante y atrae mucho turismo a la ciudad.
El Carnaval debe su existencia al cristianismo, ya que era la época antes de la Cuaresma, durante la cual el pueblo podía dar rienda suelta a su alegría antes de iniciar tan señalado período religioso.
Lo que realmente diferenció en un principio a este Carnaval del resto existentes en la geografía española fue la influencia italiana que ha tenido, ya que los comerciantes que viajaban a África utilizaban la ciudad como puente.
Los primeros documentos que evidencian la existencia, como tal, de dicha festividad datan del siglo XVI. Durante los siguientes siglos se intentó acabar con el Carnaval por ser considerado como una época de pecado, aunque jamás dejó de celebrarse debido a que los ciudadanos hacían caso omiso de las prohibiciones que les imponían, tales como no celebrar los bailes de máscaras o la total erradicación de la fiesta.
Durante los siglos XIX y XX el Carnaval de Cádiz ha evolucionado enormemente hasta convertirse en el fenómeno cultural que es hoy.
Esta importante fiesta religiosa data de principios del siglo XVIII; la cual se basaba en sus inicios en actos religiosos, corridas de toros, algunas cabalgatas y el ya imprescindible desfile de Gigantes y Cabezudos. Estas tradiciones se mantuvieron sin grandes cambios hasta los primeros años del siglo XIX, momento a partir del cual se la catalogó como fiesta religiosa obligatoria.
Ya a finales del siglo, otras grandes incorporaciones se unieron a la fiesta, incorporaciones que aún hoy nos acompañan: la gran cabalgata y el Certamen Oficial de Jota. A partir de aquí, se incorporaron numerosos elementos a la festividad, de los cuales solo dos han sobrevivido hasta nuestros días: las ofrendas de flores y las de frutos.
Es una de las fiestas más conocidas del norte de España.
En 1929, los asturianos Dionisio de la Huerta, Benigno Morán y Manés Fernández decidieron descender el río Piloña. Este hecho, que aparentemente no revestía ninguna importancia, fue el antecedente del actual Descenso del Sella ya que los dos años siguientes Dionisio de la Huerta, Manés Fernández y Alfonso Argüelles descendieron el río Sella hasta Arriondas, el primer año, y hasta Ribadesella, el segundo.
En 1932 se estableció el recorrido que aún perdura hoy en día: la salida está situada en Arriondas y la llegada, en Ribadesella. Este descenso fue catalogado como provincial, ya que todos sus participantes eran asturianos. De hecho, hubo que esperar hasta 1935 para que pasase a denominarse como Descenso Nacional.
Entre 1936 y 1943 el Descenso del Sella sufrió un brusco parón por la Guerra Civil y sus consecuencias.
En 1951, con la inscripción de participantes provenientes de Portugal e Italia, pasó definitivamente a conocerse como Descenso Inernacional del Sella, ocupando actualmente el trono del piragüismo mundial.
El origen de esta fiesta tenemos que agradecérselo al gremio de los carpinteros, los cuales limpiaban su taller el día antes de San José quemando todos los restos de madera sobrantes e inservibles. Además, también quemaban los parots, utensilios utilizados para colgar los candiles que ya no harían falta tras la llegada de la primavera.
Los primeros documentos que hablan de las fiestas como tal datan de mediados del siglo XVIII. En esta época, los vecinos de los distintos barrios de Valencia creaban figuras burlescas para satirizar situaciones o personas conocidas del barrio y luego se quemaban.
Entre finales del siglo XIX y principios del XX nacieron los concursos de fallas, por lo que éstas fueron abandonando la sátira y adoptando matices y elementos más artísticos hasta convertirse en lo que tenemos hoy.
Esta fiesta es la más reciente de todas las que nos ocupan, pero no por ello es menos importante ya que es conocida en casi todo el mundo e, incluso, imitada en algunos países.
El orígen de esta fiesta hay que situarlo en 1944, cuando un grupo de jóvenes, molestos por no poder participar en el desfile que se estaba celebrando, cogieron los tomates que estaban a la venta en un puesto de hortalizas y los utilizaron como misiles. Los años que siguieron cada uno llevó sus tomates y esta particular batalla se ha repetido año tras año hasta hoy.
En el siglo XVI comenzó esta arraigada tradición, cuando las cofradías decidieron salir en procesión para rendir culto a la pasión y muerte de Cristo.
Durante el siglo XVIII, Sevilla pasó por una gran crisis en todos los sentidos, por lo que en el siglo XIX se llegó a pensar que esta tradición desaparecería. Durante la época de la restaucación de los borbones las cofradías se recuperaron y la fiesta, por suerte, recuperó todo su antiguo esplendor.
Cuando la Segunda República llegó a España los enfrentamientos políticos fueron constantes y tanto afectó esto a la fiesta que en 1932 las cofradías decidieron no salir en procesión, hecho que perjudicó mucho tan señaladas fechas. De hecho, la única cofradía que decidió oponerse a las demás, la hermandad de la Estrella, sufrió numerosos problemas durante su recorrido.
A partir de este año las fiestas fueron realmente inestables, aunque el número de cofradías crecía considerablemente.
Hoy en día las numerosas cofradías que componen la procesión pasan el año entero preparandose para la famosa Semana Santa y trabajan sin descanso para que no haya el más mínimo contratiempo.
Esta es probablemente la fiesta española más conocida fuera de nuestras fronteras y la que más gente concentra durante una intensa semana.
La fiesta, como su propio nombre indica, está dedicada a San Fermín y su principal aliciente son las corridas de toros que recorren las calles de la capital navarra.
San Fermín comienza oficialmente el día 6 de julio con el "chupinazo", cohete tirado desde el balcón del ayuntamiento, y terminan el 14 de julio con el famoso "Pobre de mí".
Los sanfermines tienen su origen en la época medieval, cuando no eran más que una feria de comerciantes.
Tiempo después, en 1591, las dos ferias que había en Pamplona durante el verano, una a comienzos y otra a finales del mismo, se unieron y adoptaron la fecha actual de San Fermín: el 7 de julio.
Los sanfermines se mantuvieron más o menos estables hasta que unos siglos más tarde, sobre 1950, evolucionaron a una velocidad de vértigo, incorporando durante este tiempo la mayoría de los elementos que componen la fiesta actualmente.
Los famosos encierros, eje de toda la fiesta, también se remontan a la época medieval, cuando los pastores entraban con sus toros a la ciudad mientras la gente los acompañaba.

Aunque este es solo un breve resumen de la gran variedad de fiestas españolas, se puede observar la gran tradición festiva de nuestro país que nos concede una riqueza cultural incalculable, la cual debemos cuidar y proteger.


Cristina Muruzábal de la Vega

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